martes, 22 de julio de 2014


LO FEO Y LO BELLO

En una sociedad de desenfrenado consumo, competencia y superficialidad, el culto a la anatomía humana es cada vez más evidente a través de las dietas milagrosas, la proliferación de gimnasios y las operaciones estéticas. Tanto hombres como mujeres adquieren productos cosméticos y practican deportes para mantenerse en forma, como manifestando que valoran más su cuerpo que su salario y anteponen su rostro a su cerebro.

Pero, en realidad, ¿qué es la belleza? Un fenómeno subjetivo e individual, relacionado con los valores estéticos de una cultura determinada, pues lo que es bello para unos, puede ser feo para otros. Si para los griegos antiguos era bello el físico musculoso de un hombre, para los chinos eran bellos los pies atrofiados de una mujer; si la piel lozana es bella para los franceses, la piel labrada y horadada es bella para los beduinos del desierto. Es decir, las apreciaciones de la fealdad y la belleza dependen de la escala de valores estéticos que prevalecen en cada época y cultura.

Así, en Occidente, los atributos de belleza están relacionados con los ojos grandes, la nariz recta, los labios delgados y el pelo lacio. Y quienes nacen desprovistos de estos rasgos, no tienen otro remedio que vivir maldiciendo o someterse al bisturí del cirujano, un verdadero artista que crea una nueva imagen sobre la base de una materia noble aún no inventada. Y si la persona, que se sometió a esta carnicería humana, no se reconoce frente al espejo o se siente vivir como embutida en pellejo ajeno, será mejor que se quite la vida de un tiro o se lance al precipicio, porque la cirugía estética, que jamás podrá contra la muerte, no garantiza el cambio sustancial de la personalidad humana, como no define lo que es feo ni lo que es bello.

Desde que los japoneses se operaron los ojos para parecerse a los occidentales y Michael Jackson decidió dejar de ser negro para convertirse en el precursor de un mestizaje perfecto, son miles ya los adolescentes que llegan a los quirófanos con la fotografía de su ídolo en la mano, para que el cirujano haga en ellos un milagro. Sin embargo, lo que desconocen estos adolescentes, que padecen del síndrome de Michael Jackson, es que su ídolo pertenecía a una raza inferior en una sociedad competitiva, en la cual una persona negra, gorda y vieja era más discriminada que una persona blanca, joven y esbelta.

De modo que los estereotipos de lo feo y lo bello están asociados a la discriminación racial y a la supuesta supremacía del hombre blanco. No es casual que desde la colonización de América, Asia, África y Australia, prevalezca el criterio de que la fealdad es sinónimo de negro, indio, gitano, judío o árabe. Por lo tanto, en una sociedad cuyos parámetros estéticos están impuestos por los modistas y estilistas de Occidente, el negro tiende a ser cada vez más blanco y el blanco cada vez más perfecto; es más, se vuelve a hablar de la biología racial como en los tiempos del nazismo alemán, que propagó la teoría de que la raza aria no sólo era la más bella, sino también la más inteligente y perfecta.

Como si fuese poco, no faltan quienes exaltan la supremacía y belleza de la raza blanca, arguyendo que la mujer rubia -piernas largas, nalgas redondas, pechos firmes, labios sensuales y ojos seductores- sigue siendo la mujer ideal con la que sueñan la mayoría de los hombres, sobre todo, en los países del llamado Tercer Mundo, donde las blancas son más cotizadas que las indias o negras; primero, debido a las condiciones socioeconómicas impuestas por una minoría blancoide desde la época de la colonia; y, segundo, debido a la discriminación racial y al complejo de inferioridad que sobrevive en el subconsciente colectivo de las culturas colonizadas.

La escala de valores estéticos preestablecidos, más que hacer un bien a la colectividad, daña la autoestima de las personas que se sienten feas por ser gordas, negras o bajas; habida cuenta de que el estereotipo de la mujer bella es sinónimo de esbelta, rubia y alta; un parámetro que permanece vigente desde la época de la colonia, en la que se forjó la idea de que los blancos eran los salvadores de la humanidad y los indios los culpables de todos los males.
     
Del colonialismo se heredó también el prejuicio racial de creer que el blanco es mejor que el negro y que el gringo es mejor que el indio; valores relativos que los epígonos de la biología racial se han ocupado de universalizarlos como verdades absolutas, ya que si miramos nuestra realidad con otra lupa es probable que encontremos a una gringa fea y a una india bella. Todo dependerá de los gustos estéticos que se manejen, porque así como a unos les gusta una gordita, a otros les apasiona una flaquita; tampoco faltan quienes prefieren a las mujeres hechas a golpes de silicona y cirugías estéticas, porque como bien dice el sabio proverbio: Sobre gustos no hay disgustos.

Por consiguiente, valga aclarar que el concepto de lo que es bello y lo que es feo, más que ser una valoración compartida por todos, es una imposición arbitraria de las corrientes de moda, que establecen lo que es bello y lo que es feo, como los padres del moralismo trasnochado repiten lo que es bueno y lo que es malo en la conducta de una persona sujeta a determinadas normas ético-morales.

Si antes las mujeres se sometían a un tratamiento especial para estirarse la piel de la cara, replantarse los cabellos perdidos o eliminar las grasas del cuerpo; ahora, cuando se ha puesto de moda la “tetomanía” -estoy pensando en Dolly Parton- y los vestidos que marcan, no basta ya con tener la piel tersa como la porcelana o la cinturita de avispa, sino también las nalgas de Jennifer López, las caderas de Shakira y los pechos de Pamela Andersen, cuyas figuras se han convertido en los tótems de nuestro tiempo.

El otro prototipo perfecto es Marilyn Monroe, la rubia de ojos azules y voz trémula de niñita mimosa, cuya belleza, deslumbrante como una estrella, le abrió las puertas de Hollywood, donde interpretó papeles turbulentos, hechos a la medida de su propia vida, tan desastrosa como otras vidas que jamás se cuentan en público, que no se leen en revistas ni periódicos, pero que existen en el silencio y el anonimato, entre las mujeres que sueñan en parecerse, tanto en el rubio platinado de su pelo como en el fulgor de su belleza, a Marilyn Monroe.

Este síndrome colectivo, además de representar el menosprecio y la discriminación racial contra las razas no occidentales, ha creado una inseguridad personal en las mujeres que, en su intento por parecerse a las muchachas de pasarela, cuyas medidas son 96 cm. de busto, 46 cm. de cintura y 86 cm. de caderas, deciden transformar su cuerpo con la ayuda de la cirugía estética, que les agrega lo que les falta y les quita lo que tienen de sobra.


El cuento de Blancanieves y su madrastra perversa, no es más que un alegato de quienes, superado el meridiano de su vida, tienen el deseo de conservarse jóvenes a cualquier precio, puesto que la vejez, reflejada en el espejo, es más temida que el fantasma de la muerte. Quizás por eso la madrastra de Blancanieves, que vivía atormentada por la juventud y belleza de su hijastra, se consolaba preguntándole al espejo de su alcoba: Espejito, espejito, ¿quién es la más bella de este reino? El espejo le mentía y contestaba: Tú, mi reina...

Por suerte, la mujer moderna puede sobrevivir al dilema de la madrastra de Blancanieves, pues no necesita ya avergonzarse de su apariencia física ni poseer un espejito que le mienta. Si no se siente a gusto consigo misma, puede someterse al filo del bisturí y operarse la cara con la misma facilidad con que se opera los senos, los glúteos y las celulitis de las piernas, ya que el avance estrepitoso de la cirugía estética le ofrece la posibilidad de parecerse al juguete de su infancia, a esa mujer rubia y esbelta que responde al nombre de Barbie, la muñequita que se vende en más de 140 países y constituye el juguete predilecto de las niñas del Tercer Mundo, al menos si la comparamos con Matina Patina Patina, Li’l Miss Sirenita, Olly Pocket y Pottajonta.

Ante esta realidad, que parece confirmar la tesis de que las relaciones humanas giran más en torno a la anatomía que a la economía, son cada vez más las mujeres que se elevan las nalgas o se aumentan las mamas con prótesis de silicona que, por desgracia, a veces revientan como globos o quedan desproporcionados con relación al peso y la estatura. Pero como esto parece no importarle a nadie -y menos a quienes se dan el lujo de pagar una cirugía estética con dinero contante y sonante-, sigue aumentando la ola de señoras que se ponen la mano al pecho y calculan su valor.

Y mientras son miles quienes aguardan su turno para pasar por el mágico bisturí de la cirugía estética, y las encuestas revelan que los hombres -además de haber desbaratado el dicho popular: Un hombre es como el oso, mientras más feo, más hermoso- dedican tanto tiempo como las mujeres al cuidado de su figura; en tanto la cirugía estética, convertida en un negocio millonario, sigue avanzando a contrapelo de la teoría darwinista sobre la evolución y selección natural de las especies, puesto que es capaz de trastocar las leyes de la naturaleza y cambiarles a los humanos la cara y el cuerpo, como si con esto se quisiera hacer de los hombres más hombres y de las mujeres más mujeres, aun sabiendo que la belleza no es aquello que se lleva por encima, sino aquello que se lleva por dentro, y que la felicidad plena de una persona no está en la belleza ni en la riqueza.

Lo cierto es que el mundo de la biología se encuentra en su fulgurante desarrollo, y esto implica tener un nuevo concepto en el orden científico y ético, pues no sólo se cuenta con una cirugía estética funcional, sino también con una alta ingeniería genética que reproduce niños probetas, con espermas donados y úteros alquilados. En síntesis, si es posible concebir mediante una inseminación artificial, entonces es más simple modificar las facciones de quienes viven aquejados por su fealdad y una verdadera esperanza para quienes prefieren morir transformados pero contentos.

Por lo demás, queda claro que en toda sociedad superficial y competitiva, donde reina la discriminación y el racismo, tiene mucho más valor la apariencia física, el bienestar económico y el estatus social de una persona, que los valores humanista de quienes, lejos de los estereotipos de lo bello y lo feo, se empeñan por construir un mundo donde todos se miren con la misma lupa y se midan con la misma vara, a pesar de las diferencias sociales, culturales, raciales, políticas y religiosas. 

martes, 15 de julio de 2014


TARJETA POSTAL CHINA

En el Hotel Xinqiao de Pekín, buscando tarjetas postales para enviar a los amigos, encontré ésta que me impactó a primera vista, tanto por su carácter documental como por el motivo que representa.

Cuando le pregunté al catedrático de Estudios Sociales de Yiking, Yuang Zhonglin, quiénes eran estas mujeres que cargaban la tabla de reo alrededor del cuello, me miró sorprendido y contestó: Son prisioneras condenadas a la pena capital por delitos graves. Las paseaban por las calles y las exhibían en las plazas, con el fin de castigarlas en público y establecer un escarmiento en medio de una muchedumbre que las repudiaba a gritos. Después eran subidas a carretas tiradas por caballos y transportadas al desierto de Mongolia, donde les esperaba una muerte lenta pero segura.

Guardé la tarjeta en el bolsillo y, sin lograr salir de mi asombro, pensé en el destino fatal de estas mujeres que, abandonadas entre las dunas arremolinadas por el viento, no encontraban un horizonte que ponga fin a su calvario, hasta que la sed, el hambre y el calor terminaban por arrojarlas en los brazos de la muerte, que se encargaba de esparcir los huesos bajo el asfixiante sol del desierto, como únicas señas de que por allí vagaron alguna vez almas vivientes.

Cuando retorné a Estocolmo, con la tarjeta metida entre las páginas de un libro, seguí pensando en estas mujeres, cuyos delitos fueron penados de la manera más drástica por las leyes aprobadas por la dinastía china y su séquito de tiranos; un código penal que por suerte se derogó en 1911, tras la caída del último emperador y la instauración de la República.

Hace unos días atrás, al volver a mirar la tarjeta que cayó del libro como hoja suelta, se me ocurrió la idea de reconstruir los hechos.

*

La mujer de la izquierda era prostituta. Los guardias del orden público, sujetos a sus atribuciones de autoridades y en atención a las denuncias de los vecinos, la detuvieron en una calle céntrica y, cogiéndola por los brazos y sin darle mayores explicaciones, la llevaron hacia instancias superiores para que recibiera su castigo como cualquier mujer de dudosa virtud.

Aunque algunos la confundían con esos seres que pasaban las noches en la misma calle, donde establecían un simulacro de vida doméstica, era una de esas mujeres que abandonó el ámbito rural para ganarse la vida en los vericuetos de la ciudad. Mas al quedar embarazada con un hombre que desapareció nueve meses más tarde, justo cuando ella había roto aguas y sufría los dolores del parto, buscó refugio entre los seres marginales que habitaban en los submundos, amparados en la delincuencia y el alcohol. En ese antro nació su hijo y allí empezó a ejercer la profesión más antigua de la historia, ofreciendo la dignidad de su cuerpo al mejor postor; motivo suficiente para que le aplicaran la pena máxima, sin considerar que no lo hacía por gusto, ni por vicio, sino por llevar el pan diario a la boca de su hijo.

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La mujer del centro era adúltera. Se entregó a un amor prohibido y rompió con los cánones de las buenas costumbres conyugales, pues no supo medir a tiempo las consecuencias de sus deseos ardientes.

Todo comenzó con una frustración por la impotencia de su marido, quien tenía la misma edad que su padre y desprendía un olor repugnante que se impregnaba hasta en los muebles. De modo que, aprovechando las ausencias de su marido, se enganchó a un amante joven, quien la sedujo con lisonjas y fuerza viril. Ella sabía que un hombre en la plenitud de su vida era el único que podía reavivar las llamas de su amor incontenible y cumplir con las obligaciones sentimentales de su pareja.

Cierto día, según se supo después por boca de los vecinos, el destino le tendió una emboscada, ya que su marido, director de una construcción en una cuadra cercana, regresó del trabajo más temprano que nunca, con la misma ilusión de encontrarla sentada en la cocina. Mas su sorpresa fue mayor, cuando la encontró desnuda y haciendo el amor en la cama. La mujer se cubrió las vergüenzas con la manta de seda y su amante salió raudo y veloz, golpeándose los hombros en los marcos de la puerta.

El marido, con el rubor en la cara y el llanto en los ojos, dio parte a los guardias del orden público para que procedieran en el asunto, consciente de que el adulterio, a excepción del homicidio, era el mayor pecado que una mujer podía cometer en una cultura patriarcal, donde sólo el emperador tenía derecho a disfrutar de una esposa y varias concubinas.

La esposa infiel, cuyo matrimonio no estaba basado en el amor sino en las tradiciones familiares de la época, se entregó a las autoridades sin el menor arrepentimiento y convencida de que los sentimientos van por un lado y las leyes de la justicia por el otro.

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La mujer de la derecha, que tiene la mirada clavada en el suelo y el corazón encogido de angustia y dolor, cometió un horrendo crimen, opuesto a toda ley natural, divina y humana.

El hecho sangriento, superando con creces a la tragedia de Medea, se registró en el seno de un hogar donde el esposo, según los testigos y alegatos, celaba constantemente a su mujer, a quien acusaba de meterle cuernos con unos y con otros, hasta que un día, al cabo de protagonizar una trifulca de pareja, el esposo le gritó que la niña no era su hija. Entonces la mujer, ajena de sí misma y dominada por una furia salvaje, enterró el machete en el frágil esternón de la infanta, quitándole la vida de manera fría y brutal.

Su esposo, sobrecogido por la visión implacable, alarmó a los guardias y aseguró que el móvil del asesinato no fue sus celos ni sus constantes calumnias, sino la propia conducta desvariada de su esposa, quien hablaba por las noches como poseída por el demonio.

Entretanto ella, presa del pánico, envolvió el cadáver en frazadas y otros envoltorios, y lo acomodó en posición fetal dentro de un canasto de bambú. Roció la casa con combustible y le prendió fuego, dejando que las llamas devoraran la vivienda. Cuando los guardias llegaron al lugar de los hechos, se enfrentaron al cuerpo carbonizado de la niña, quien yacía entre los escombros, y a una mujer que, arrancándose los cabellos de cuajo, lloraba en medio de la calle.

La parricida, con el aspecto de quien ha perdido la razón, fue detenida y conducida hacia los tribunales, cuyos magistrados, al constatar que se trataba de uno de los crímenes más crueles cometidos durante el último emperador chino, le aplicaron la pena capital sin contemplaciones y con todas las agravantes del delito.

miércoles, 2 de julio de 2014


HUMANISMO Y PROSA POÉTICA
EN LA OBRA DE GASTÓN SUÁREZ

Gastón Suárez nació en Tupiza, al sur de Potosí, el 27 de enero de 1929 y falleció en La Paz el 6 de noviembre de 1984. Cuentista, novelista y dramaturgo. Hijo de María Paredes, profesora rural, y de Aurelio Suárez, emprendedor minero. 

Este autor autodidacta abandonó sus estudios pero juró convertirse en escritor. Trabajó como ferroviario, maestro rural, minero, empleado de banco, camionero, actor y periodista. Por eso mismo, gran parte de su obra tiene un hondo contenido social, filosófico y humano, puesto que conoció y sintió en carne propia la realidad de los habitantes de las ciudades, las minas y el campo.

Su carrera literaria, que se inició en 1951 con la publicación de su primer cuento El perro rabioso, le hizo merecedor de premios y reconocimientos; por ejemplo, con su pieza de teatro Vértigo, que explaya en dos actos y doce escenas una temática existencialista desde la perspectiva de un padre que, después de pasar veinte años en la cárcel, intenta reencontrarse con sus hijos con la ayuda de un mendigo, obtuvo el primer premio en las Jornadas Julianas de la Juventud, auspiciada por la Alcaldía paceña en 1967; su obra más exitosa y difundida, Mallko, es declarada texto oficial de lectura para los estudiantes en Bolivia, España y otros países signatarios del Convenio Andrés Bello en 1974.

Posteriormente, en ocasión del Congreso Mundial de Iglesias Evangélicas, realizado en Nairobi-Kenia, Mallko fue catalogado como un ejemplo excepcional de la literatura de los países del llamado Tercer Mundo. Este mismo libro, debido a su alto valor humano encarnado en la vida de un cóndor y su trascendencia universal, fue incluido en la Lista de Honor del premio Hans Christian Andersen en 1976; en tanto su cuento breve Iluminado, que forma parte de su libro Vigilia para el último viaje, fue recogido en varias antologías hispanoamericanas, como una muestra de que este autor boliviano era digno de ser destacado en el ámbito de las letras internacionales. En 1990, después de su fallecimiento, el gobierno boliviano le concedió, en justo reconocimiento a su aporte literario y cultural, la Gran Orden Boliviana de la Educación en el grado de Oficial.

Entre sus libros dedicados a los niños destaca Las aventuras de Miguelín Quijano, publicado el mismo año que se declaró Año Internacional del Niño, 1979; se trata de una bella narración inspirada en las aventuras del célebre personaje creado por Miguel de Cervantes Saavedra. Esta novela corta, con prólogo de Julio de la Vega, recoge en sus páginas la personalidad aventurera del niño Miguelín, que parece un pequeño Quijote, un caballerito andante que vive en el mundo fascinante de su propia imaginación.

Sin embargo, su mejor acierto literario es Mallko, libro escrito con profundo sentimiento y prosa poética, en el que narra la vida de un cóndor, que queda huérfano de madre siendo una cría y que para sobreponerse a las adversidades de su dramática infancia, como lo haría cualquier ser humano, recurre a sus instintos de supervivencia, no sólo a fuerza de vencer los temores y peligros que le rodean, sino también a fuerza de medir sus posibilidades y mejorar su destreza tanto en el vuelo como en la caza. Así transcurre su vida, hasta que se hace joven y encuentra a su pareja en una comunidad de cóndores, donde cría a su descendencia como lo hace un padre que ama de veras a sus hijos.


La historia de Mallko, aunque no es un libro propiamente infantil sino juvenil, nos relata los sentimientos y pensamientos de un cóndor que experimenta las mismas adversidades que un hombre del altiplano, incluidas la soledad y las ansias de libertad, la vida comunitaria y las tradiciones como la famosa Yawar Fiesta (fiesta de la sangre), en la que el cóndor es atado en el lomo de un toro y, entre aleteos y corcoveos de dos animales en pugna, es conducido hasta lo alto de un cerro, donde es coronado con kantutas y luego liberado, como símbolo de triunfo y grandeza del mundo andino sobre el mundo occidental.

Este libro, por su contenido humanista, su mensaje de libertad y por las bellas descripciones de las cumbres nevadas de la cordillera, debe ser lectura obligada para todos quienes quieren conocer la geografía y cultura de los Andes.

Apuntes bibliográficos

Cuento: Vigilia para el último viaje (1966); El gesto (1969); La muchacha de Hamburgo (1969). Novela: Mallko (1974); Las aventuras de Miguelín Quijano (1979). Teatro: Vértigo o el perro vivo (1967); Después del invierno (1981).

miércoles, 25 de junio de 2014


LOS PIES Y EL FÚTBOL

Los pies, no devastados por lesiones ni ulceraciones, son fabulosos instrumentos. Sirven no sólo para caminar de un lugar a otro, pasito a paso, sino también para amasar fortuna en un deporte convertido en una religión más allá de toda lógica y razón, pues las figuras emblemáticas del fútbol, que aprendieron a chutar la pelota de trapo en los barrios periféricos de las grandes urbes, se han hecho millonarios gracias a sus pies, cuya destreza es una suerte de imán que atrae la atención de millones de espectadores que, sentados en las tribunas donde todo parece levitar en un estado de euforia y éxtasis, estallan en una algarabía de voces y gritos cada vez que el arquero se lanza al aire sin despejar el balón con la punta de los dedos.

Al grito desenfrenado de: ¡Goooool...!, como es natural, los pies del goleador son los únicos gemelos que atrapan la mirada de los espectadores en un partido de fútbol; tal vez por eso, la fotógrafa norteamericana Annie Leibovitz, famosa como los personajes que retrató, concibió la idea de hacer un retrato de Pelé, pero no uno más de su colección sino otro diferente. Así, guiada por mito del Rey del Fútbol, se limitó a fotografiarle los pies, en Nueva York, en 1981.

Como comprenderá el lector, no se tratan de dos pies cualquiera, con olor a queso manchego y aprisionados en el fondo de los zapatos, sino de los pies de uno de los astros que cautivó a multitudes; dos extremidades de color petróleo -oro negro-, que ostentan el empeine cuajado de venas y cicatrices, y cuyos dedos cortos y nudosos dan la sensación de estar hechos para tirar un chutazo en el trasero de su adversario y hacer maravillas con la pelota, ya sea de trapo o de cuero.

Jorge Amado, escritor brasileño, dedicaba sus tiempos libres a mirar los partidos de fútbol. Eduardo Galeano, en su libro El fútbol a sol y sombra, interpreta políticamente los negociados del balompié, mientras Vargas Llosa habla de la riqueza lingüística que los comentaristas deportivos manejan como gambetas delante de los micrófonos, explayando una pirotecnia verbal tan efectiva como la de los mejores oradores de la historia. Pero eso sí, no se sabe a ciencia cierta si alguna vez los pies de Pelé serán amputados, embalsamados y conservados en un museo, para que los hinchas del fútbol sepan que esos trofeos naturales pertenecían a uno de los mitos brasileños más afamados de todos los tiempos.

Como fuere, a cualquiera que tenga los pies deformes, con el arco plantar cóncavo y los dedos flexionados hacia arriba como los espolones de un gallo, no le queda más remedio que vivir apoltronado delante de una pantalla, limitado a jugar el fútbol con los ojos y añorando las gambetas y los goles de Pelé, quien durante años hizo soñar que el mundo es también un balón suspendido en el universo de un puntapié.

El pie tiene un esqueleto formado por 26 huesos pequeños reunidos en el tarso, metatarso y las falanges digitales. Es la base sobre la cual está asentado todo el peso del cuerpo y una de las zonas más sensibles y sensuales del organismo. No en vano los pies enanos de una mujer eran símbolo de belleza en la China, como no es casual que los hombres del mundo occidental se postren de rodillas para besar los pies de la mujer amada.  

A propósito de los pies deformes, recuerdo el caso de un amigo de infancia que jamás tocó una pelota de fútbol en su vida, precisamente porque tenía el pie cavo, algo opuesto al pie plano llamado también de atleta, y cuya característica es la excesiva excavación de la bóveda plantar; un defecto que no lo dejaba desplazarse con la agilidad de un Michael Jonson o un Carl Lewis. De modo que, desde su infancia, vivió convencido de que todos, incluso los atletas de anatomía aparentemente perfecta, tenían algún defecto físico -congénito o adquirido-, pues nadie es obra de la geometría, sino de la naturaleza humana, como bien dice Cristopher Lichtenberg: Me cuesta creer que se llegue a demostrar un día que somos obra de un Ser supremo y no, como parece, de un ser muy imperfecto que nos ha fabricado a modo de pasatiempo.

Los problemas en los pies, además de tener causas hereditarias, son castigos de la civilización moderna, donde la moda, la vanidad y el aspecto estético, determinan el diseño de los zapatos cada vez más extravagantes e inapropiados. Ahí tenemos a las supermodelos que, estropeando la belleza anatómica de sus pies, lucen calzados con tacón en alfiler y puntera en cono, como si la calle fuese una pasarela y no un terreno que exige zapatos cómodos, que permitan la libertad de los dedos y no causen molestias al andar.

Cuando el dolor de los pies se irradia hasta la punta de los vellos, no queda otro remedio que asistir a la clínica de un cirujano ortopedista, quien se encarga de aplicar sus conocimientos y los instrumentos del quirófano en la parte afectada de los pies planos, los dedos en martillo y los pies en garra; lo mismo que para aliviar el dolor provocado por las uñas encarnadas, los callos y las ampollas, cuyas molestias no pueden disimularse ni teniendo los pies metidos en un par de zapatos.


 Volviendo al fútbol, les decía que mi amigo de infancia nunca correteó como un loco detrás de la pelota, por la maldita suerte de haber nacido con los pies deformes y no con los cachos de oro del pibe Maradona, a quien lo admira por haber subido al firmamento como una estrella y haber caído a los bajos fondos como quien no soporta el peso de la fama y la fortuna. A pesar de todo, según me confesó hace poco, lo respeta por ser el amigo declarado de Fidel Castro, de los gobiernos progresistas y porque alguna vez tuvo la osadía de decir: Argentina tiene el culo mirando al Norte...

domingo, 22 de junio de 2014


LA CHISPA DEL HUMOR FOLKLÓRICO

Mientras escribo esta crónica y miro el dibujo de Raúl Gil Valdez (sed. Rulo Vali), publicado en una revista boliviana, donde solían incluir una o más caricaturas en su sección de opinión, me pongo a pensar en los efectos que tiene el sentido del humor, con cuya ironía sutilísima, aparte de resaltar el lado cómico, risueño y ridículo de un personaje o situación determinada, se explayan aspectos exagerados pero siempre dentro de la verdad.

La caricatura es un dibujo que exagera la apariencia física de una persona, pero que es fácilmente identificable por los rasgos que le caracterizan, a pesar de la distorsión humorística y el aspecto grotesco al que es sometido por el caricaturista, quien tiende a ampliar o simplificar ciertos rasgos faciales, con el fin de representar un defecto ético o moral del personaje en cuestión. Por lo tanto, la caricatura, con muy pocas palabras o sin ninguna, es un verdadero chiste visual que nos arranca una sonrisa, quizás, porque una imagen dice más que mil palabras.

Es interesante constatar cómo el hombre, a pesar de los múltiples problemas que lo aquejan, puede darse tiempo y modos de burlarse y reírse de sí mismo y de los demás, con los elementos sencillos que le proporciona su propio acervo cultural, como en el caso de este folkhumor, de Rulo Vali, que me provocó una risa a flor de labios. Desde luego, cómo no reírse del falso orgullo de una hermosa China Morena y de la pinta loca de un diablito que la persigue enamorado, luciendo unos bigotes mefistofélicos, una capa de conde Drácula y unas botas puntiagudas como sus cachos y su cola.

Este humor, típicamente boliviano, me confirma la idea de que un diablito puede también sentirse atraído por una China Morena, quien, además de lucir bonita cara y bonitas piernas, arrastra detrás de sí una cola más voluminosa que la de un saurio. Por eso el diablito, tentado por ese hermoso atributo que ella tiene allá donde se le inflan las mini-polleras, se pone trinche en ristre, sin importarle los qué dirán, pues parece estar convencido de que es chiquito pero cumplidor.

El humor funciona como instrumento de comunicación para transmitir pensamientos y sentimientos. No es casual que, desde la más remota antigüedad, todas las culturas tuvieron sus cuenteros y bufones que expresaban, con rodeos, perífrasis o segundas, lo que los demás ciudadanos no se atrevían a expresar en público. Por otro lado, no cabe duda de que el humor es una de las expresiones más sublimes de la inteligencia humana, ya que a través de las bromas y los chistes se revelan algunas verdades secretas.
   
El humor es una forma de presentar, enjuiciar, comentar o retratar la realidad. Los esclavos lo usaron como arma para ridiculizar o criticar a sus amos, pero también para manifestar sutilmente lo que no estaba admitido oficialmente por la llamada buena urbanidad y por las buenas costumbres sexuales. Es decir, nunca faltaron quienes inventaban una serie de imágenes y palabras referentes al tema de la sexualidad.

La China Morena, por ejemplo, creyendo todavía en el mito de que la fuerza física de un negro equivale a la de cuatro indios juntos, prefiere siempre a un Caporal o Rey Moreno, como quien sabe que más vale hombre conocido que cientos por conocer. En cambio el diablito, cansado ya de los encantos de la Chinasupay, no cesa en su afán por seducir a la China Morena y probar lo que Dios le pone en su camino, consciente de que él, en su condición de diablo, conoce las tentaciones de la fruta prohibida más por viejo que por diablo.

Los caricaturistas, al estilo folklórico y tradicional de Rulo Vali, saben que el diablito representa la picardía masculina; el diablito simboliza la sexualidad reprimida y el subconsciente que enciende los instintos primarios, incitándonos a cometer el pecado carnal; más todavía, el humor es un excelente instrumento para manifestar las ideas reprimidas o censuradas, ya sea por la Iglesia o el Estado.

Así ocurrió desde las épocas en que el humor de carácter sexual era considerado promiscuo. Los humoristas se refugiaban en las tabernas, bares y cantinas, donde no se admitía el ingreso de quienes creían que los chistes colorados y obscenos eran tan peligrosos para las buenas costumbres, como lo fue la sodomía y felación en la antigua Babilonia. Asimismo, justo en las culturas donde se reprimió las fantasías sexuales, floreció el humor erótico que, aparte de deleitar a hombres y mujeres, se dio modos de llegar incluso hasta los oídos del Sumo Pontífice, como una prueba de que la fantasía y el humor no conocen destierros ni fronteras.

El humor, incluso en las situaciones más adversas de la vida, es un antídoto contra la tristeza y la tragedia, porque trata de buscar la parte cómica del dolor para reírse de ella en lugar de llorar. No en vano Nietzsche dijo: El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa.

La risa, por su propia naturaleza, es una de las pocas facultades que diferencia a los seres humanos del resto de las criaturas del reino animal. Los etólogos no se equivocan en señalar que la risa es un rictus que aparece en los labios de los primates y se muestra cuando éstos enseñan los dientes para enfrentar situaciones para ellos absurdas o incomprensibles. Además, el mundo sin humor sería un infierno. Quizás por eso, cuando un periodista le preguntó a Walter David Santalla Barrientos: ¿Cómo crees que sería la vida sin humor? Éste contestó: Sería como querer beber arena para quitarse la sed.

El manantial del ingenio humano está en el sentido del humor, quizás no en la broma pesada, pero sí en los chistes. Los expertos añaden que los chistes influyen de manera positiva en el estado anímico de las personas, incluso en aquéllas que padecen una enfermedad terminal. Se ha comprobado que un chiste puede quitarnos la amargura y el dolor, al menos por un instante, y que la felicidad puede hacernos más positivos y saludables.

Cuando nos reímos, pareciera ser que todos los problemas y preocupaciones fueron superados. Este fenómeno ha llevado a varios científicos a estudiar los efectos de esta reacción hilarante en el organismo humano, teniendo como premisa que algo tan placentero podría acarrear beneficios a nivel corporal, ya que la risa puede disparar la producción de endorfinas por parte del cuerpo, en vista de que actúan como analgésicos para el cerebro. Se afirma también que la risa puede regular el ritmo cardíaco y bajar la presión arterial.

En la sociedad boliviana, relativamente conservadora y muy dada a las bromas, el humor es un elemento indispensable en las reuniones sociales y en los momentos de juerga, en los cuales se reúnen los amigos para disfrutar de un repertorio humorístico, que se divide por temas y grados de mayor o menor mordacidad, dependiendo de la desvergüenza y la amoralidad. Algunas expresiones picarescas rayan en el extremo de lo irreverente, sin tomar en cuenta la dignidad ni el estado civil, político o social de la persona; mientras otras, hábilmente entremezcladas con expresiones moderadas, rozan en las insinuaciones y alusiones de doble sentido.

Si el humor irónico tiene una clara intención revanchista y vengativa, destinada a ridiculizar y desprestigiar, el humor erótico tiene la fuerza de revelar una zona sagrada, usando un lenguaje de substantivación vulgar de los órganos y las relaciones sexuales. Y, lo que es más importante, nadie se salva del chascarrillo picante, el chiste sarcástico o la picardía del humor, donde los dibujantes y caricaturistas han encontrado los temas de su preferencia.

El chiste siempre gusta más cuando, por medio de palabras, gestos o dibujos, desacraliza lo sagrado y enaltece lo vulgar. Uno se ríe de cosas absurdas que reconoce en su entorno inmediato y de los temas que, siendo en apariencia demasiado serios, esconden un lado cómico que provoca la risa; por eso los dichos y hechos de los políticos, que se prestan a las parodias y paradojas, son valiosas fuentes de inspiración para los caricaturistas y comediantes. La caricatura política, a veces disparada como una saeta, es un sistema de lucha dirigido con virulencia contra personajes de la vida pública, con el ánimo de ridiculizarlos resaltando sus errores y metidas de pata.

El humor, aunque desempeña una función catártica semejante al de las lágrimas, causa efectos diferentes según la edad de los individuos y de acuerdo a los parámetros culturales de una época y sociedad determinadas; por eso mismo, los niños, que no entienden la sutileza de la sátira, el sarcasmo ni la ironía, debido a su escasa capacidad lingüística y falta de razonamiento lógico, se ríen mucho más de los hechos concretos como las caídas y los tropiezos.

Las diferencias culturales pueden hacer que lo que resulta divertido en un contexto carezca de gracia en otro. No es lo mismo reírse de un chiste mexicano en los países hispanoamericanos, que reírse de un chiste que corresponde a la realidad y mentalidad anglosajonas, a pesar de que las redes sociales, el cine y el mundo del espectáculo están cada vez en un proceso de convertir al mundo en una aldea global. Y, como consecuencia de estos avances, ojalá un día el humor sea materia obligatoria en las escuelas y cátedra en las universidades.

Por lo demás, sólo nos queda disfrutar de la comicidad y el ingenio de estos artistas que, con una simple imagen y economía de palabras, nos revelan las travesuras de la imaginación y nos arrancan una sonrisa irresistible, como ocurre con este genial dibujo de Rulo Vali, donde la China Morena, de actitud atildada y figura espléndida, le dice al pobre Satanás: No insistas, Satuco..., sabes nomás que yo prefiero un Moreno del Gran Poder... 

martes, 10 de junio de 2014


MONTOYA EN LA VI FERIA DEL LIBRO EN ORURO

El escritor Víctor Montoya dictará una conferencia en torno al tema: La Literatura infantil y Juvenil en el Sistema Educativo y la Familia. La invitación fue cursada por los organizadores de la VI Feria Nacional del Libro Infantil y Juvenil, que se llevará a cabo entre el 13 y 14 de junio en la ciudad de Oruro.

En el mismo evento se concederá, a quien por méritos propios se lo merezca, el II Premio Nacional Hugo Molina Viaña, escritor nacido en Oruro y uno de los representantes más notables de la literatura infantil boliviana. Su legado literario tiene un enorme valor tanto por su temática como por su originalidad.

La conferencia de Montoya, según el Comité de Literatura Infantil y Juvenil de Oruro, estará dirigida, en primer lugar, a los funcionarios de las instituciones de Educación Superior, autoridades educativas, profesores, estudiantes, padres de familia y público en general.

La temática que se abordará en la conferencia tiene una vital importancia en el marco de la actual reforma educativa Avelino Siñani - Elizardo Pérez, que  considera que la escuela y la familiar son los primeros centros donde se forman los hábitos de lectura de niños y jóvenes; un planteamiento pedagógico que, a pesar de sus buenas intenciones, no siempre es posible aplicar a la realidad boliviana, debido a que las estructuras del sistema educativo están determinadas principalmente por factores socioeconómicos.

En opinión de Víctor Montoya: La familia y la escuela son centros de recursos para la enseñanza y el aprendizaje. Para que esto se cumpla, es necesario de que en el hogar exista una pequeña biblioteca familiar y en la unidad educativa una biblioteca escolar dotada de materiales que sean del interés de los niños, porque la biblioteca escolar es un centro de entretenimiento y aprendizaje, pero también un contexto fundamental que cobija a los niños interesados en descubrir el mágico mundo de la literatura infantil. Sin embargo, el lugar donde los niños dan sus primeros pasos y comienzan su contacto con la palabra, hecha cuento y poesía, es entre los brazos de sus padres y entre las cuatro paredes del hogar.

La VI Feria Nacional del Libro Infantil y Juvenil, como en los pasados años, se desarrollará en los predios del Colegio Alemán, con una amplia exposición de libros a la venta y la participación de los más destacados escritores de estos géneros literarios, quienes comprometieron su asistencia desde los distintos departamentos del país.

martes, 3 de junio de 2014


EN UNA PLAZA DE COPENHAGUE

Esta instantánea no fue captada por una fotógrafa profesional, sino por una compañera entrañable que, sin ser experta en el arte de componer la luz y la sombra, fijó esta escena insólita más como un recuerdo de viaje que como una imagen documental.

Si volteamos la mirada sobre la fotografía, podremos advertir que la realidad tiene la fuerza de transmitirnos un acontecimiento callejero apenas percibido por su cotidianidad. Pero si nos detenemos un instante y observamos atentamente nuestro entorno, casi siempre en movimiento sobre un fondo estático, constataremos que la realidad no sólo está llena de sorpresas, sino que muchas veces supera a la fantasía, ya que tiene una magia hecha de espontaneidad y tiempo concentrado.

Así, en esta fotografía, captada en una plaza de Copenhague, no se perciben los bares expuestos a cielo abierto ni las avenidas inundadas por el sol, pero sí la inquietante figura de un policía que, rodeado por un tumulto de curiosos y miradas absortas, se enfrenta a un faquir tragafuegos, quien deja de echar llamas por la boca más por obedecer órdenes superiores que por haber concluido su espectáculo callejero.

Los daneses, en medio del sentido del humor, que los diferencia del resto de los escandinavos, escuchan con atención las palabras que se cruzan en el cálido aire, mientras el policía y el faquir se miran frente a frente, retándose como gallos de pelea ante un hombre embriagado que, plantado delante de los dos, parece haberse asignado el rol de árbitro.

Por la expresión de los rostros y la parábola del incidente, se tiene la sensación de que ninguno está dispuesto a ceder en sus posiciones, salvo que se aplique la ley del más fuerte, donde entran en juego el sentido de autoridad y el prestigio profesional; una disputa en la que siempre suele llevarse el trofeo quien porta un uniforme de policía, como si fuese una armadura de protección contra los ataques de su adversario.      

Del faquir, plantado con las manos a la espalda, posiblemente nunca lleguemos a conocer su identidad: nombre, edad, estado civil y lugar de residencia. Pero eso sí, en nuestra retina quedará estampado su aspecto de artista mundano y extravagante. Y, quizás, con esto baste para recordar a este hombre de cabellera en cola, torso descubierto, pantalones jeans, zapatos deportivos, pañoleta en la cabeza y barba montaraz.

Del policía de brazos cruzados, que luce chaqueta y gorra como todos los uniformados responsables de hacer prevalecer el orden público y la seguridad ciudadana, todos tendrán una opinión particular según su propia experiencia. Además, como es natural, a nadie le interesa la identidad de un guardián que vive en el anonimato, aparte de saber que la autoridad de un policía pende sobre el cuello del libre albedrío como la espada de Damocles.

Esta imagen callejera, capaz de poner en movimiento las aspas de la imaginación, evoca en cierto modo algunas escenas de las ingeniosas películas de Chaplin, quien no deja de enfrentarse al policía que, porra en mano y pito en boca, lo persigue como el gato al ratón por burlarse de la ley y del orden establecido. Una prueba de fuerzas en la cual el espectador, de manera consciente o inconsciente, toma más partido por el transgresor del orden que por el guardián de las leyes impuestas por los poderes de dominación.

Esta insólita fotografía, cuyo mensaje refleja una realidad escindida entre la autoridad y la anarquía, es una válvula de escapa para los amantes de la libertad absoluta y un balde de agua fría para quienes están acostumbrados al orden y la disciplina; dos conceptos de vida que se inculcan desde la cuna hasta la tumba, ya sea por las buenas o por las malas.

No hay nada más que añadir sobre esta elocuente imagen, captada en los años 80 del siglo XX por una cámara fotográfica de bolsillo, que fue disparada en un precioso momento y lugar; de lo contario, jamás se hubiese escrito esta crónica, que no tiene otra intención que la de expresar con palabras las emociones atrapadas en una fotografía, cuyas figuras estáticas parecen pequeñas pinturas que combinan colores, formas, tamaños y posiciones, como en el telón de fondo de un teatro, donde la tragedia y la comedia se dan la mano.

miércoles, 28 de mayo de 2014


LILIANA DE LA QUINTANA REVELA
EL DRAMA DE UNA COMUNIDAD GUARANÍ

Tejedoras de estrellas, dedicado al jesuita Luis Espinal, por su luz permanente, es un pequeño libro pensado y escrito para los pequeños lectores, con el único propósito de transportarlos a través de las imágenes y palabras al territorio de los guaraníes, ubicado en el Chaco, al sudeste de Bolivia.

Se trata de un pueblo que, desde su pasado precolombino, soportó la invasión de los Incas, las matanzas ejecutadas por los conquistadores ibéricos, la desidia de los gobiernos de la República y la presencia de diferentes órdenes religiosas, cuyo principal objetivo consistía en catequizar y colonizar, con la ayuda de los expedicionarios.

El relato se inicia con la arremetida violenta de los capataces que, a galopes de caballo y portando armas de fuego, siembran el pánico y la muerte entre los pobladores de la hacienda El Porvenir, por instrucciones del patrón, quien, en su condición de colonizador karai (blanco), estaba acostumbrado a imponer su dominación con mano dura.

En la masacre cae el abuelo de Isora, la protagonista principal del relato, mientras los sobrevivientes huyen en estampida hacia los bosques, en procura de poner a salvo sus vidas. Está claro que el abuelo de Isora, además de haber sido un personaje querido entre los suyos, era el guía espiritual de su comunidad y el portador de la sabiduría popular, que él transmitía a través de la tradición oral.

En la hacienda, mientras los hombres se dedicaban a labrar la tierra de sol a sol, las mujeres cumplían su rol de esclavas domésticas en la casa del patrón, quien abusaba de ellas sin ninguna contemplación.

Es aquí donde aparece, como en todo relato concebido con la fuerza de la imaginación, la abuela de Isora, para seguir contando todo cuanto conservaba en la memoria. Así es como los niños y las niñas, por medio del poder de la palabra y la voz de la anciana, se remontan a los tiempos en que los guaraníes vivían felices y en armonía con la naturaleza, hasta que llegaron los colonizadores, dispuestos a sojuzgarlos con sus creencias y leyes, sin importarles que los habitantes del Chaco tenían sus propias normas y valores desde tiempos inmemoriales, así como tenían a sus deidades tutelares de los bosques, campos, cerros, arroyos, árboles y otros, a quienes les trataban con respeto y veneración, considerando que a ellos se debía la naturaleza, como el bien y el mal que encarnaban los humanos.

Según el relato, las estrellas tejidas por la abuela de Isora, con hilos de algodón, presentaban el dolor de una comunidad sometida al despotismo de los hombres que, llegados desde tierras lejanas, les hablaban en un idioma desconocido, ávidos de riquezas y ganas de adjudicarle sus bienes a sangre y fuego. No obstante, estas mismas estrellas, que nacían en las maderas del telar, contenían también relatos fantásticos de los tiempos en que las deidades, como el Ñandú-tumpa (avestruz divinizado), protegían a sus criaturas desde la constelación celeste, donde viven todos los animales eternos.
 
Isora, que está en el umbral de la pubertad, aprende los valores más profundos de su comunidad en el núcleo familiar, donde los ancianos son los encargados de transmitir, mediante los cuentos, mitos y leyendas, los sabios conocimientos de un pueblo que se resiste a perecer en el olvido. Y, lo que es más importante, los conocimientos se transmiten en idioma guaraní, considerando que la lengua de origen es el principal vehículo de expresión y compresión para el funcionamiento y cumplimiento de las reglas y hábitos expresados en el lenguaje oral.

Isora se da cuenta que las enseñanzas de su abuela son más coherentes con la realidad de los guaraníes que las enseñanzas impartidas por su maestra en la escuela, donde las lecciones se dictan en español  y se trata a los nativos que se oponen a la colonización de rebeldes y salvajes.

En este punto, está claro que el relato hace hincapié en el mensaje de que la escuela oficial no sólo tergiversa la historia, sino que es alienante y está al servicio de los poderes de dominación, porque difunde la idea de que los blancos son los buenos y los indígenas son los malos; una dicotomía que no ha permitido, durante varios siglos de colonización, la integración real de las diversas culturas que ocupan el territorio nacional.

La madre de Isora, que habita en una cabaña junto a otras mujeres que prestan sus servicios en la casa del patrón, se ve sorprendida una noche por la repentina presencia de la niña, quien le revela que tiene un plan para liberarlas de su condición de esclavas domésticas. El plan consistía en repartirles hilos de algodón para que tejieran sus propias historias como lo hacía su abuela.

Las mujeres empiezan a tejer, en las noches de luna llena y cielo estrellado, animales, plantas, ríos, cerros y todo lo concerniente a su entorno cultural, no sólo para dejar un legado a las futuras generaciones, sino también porque en sus corazones anida la historia y en sus manos se encuentra el camino de la libertad.

Las Tejedoras de estrellas,  a través de los tejidos, empiezan a hilvanar el pasado y el presente de los guaraníes, con los recursos de la memoria colectiva, ya que los tejidos, como manifiesta la autora del relato, son como los libros abiertos donde se leen historias de vida.

Este pequeño libro, escrito con un lenguaje llano y conocimiento de causa, es un buen ejemplo de que las historias de los pueblos originarios, que hoy forman parte del Estado plurinacional de Bolivia, pueden trocarse en magníficos materiales literarios. Liliana de La Quintana, conocedora de la realidad viva de las culturas ancestrales, nos ofrece un relato de reflexión, a tiempo de acercarnos a la realidad y magia de la cultura guaraní, cuyo modus vivendi no siempre se contempla en los libros de historia destinados a los escolares.

Por otro lado, la primera menstruación de Isora, que es un periodo de transición entre la niñez y la adolescencia, nos permite conocer las tradiciones y los ritos de las mujeres guaraníes, quienes proceden a cortar el cabello de Isora, con la creencia de que luego le crecerá otro como la hierba fresca y con más vitalidad. Asimismo, a través de este ritual practicado por las abuelas y mujeres mayores, la púber tiene derecho a conocer todo lo que hasta entonces le estaba vedado en el seno de su comunidad, como ser las nuevas formas de relacionarse con su entorno social y familiar; es más, su primera menstruación se celebra con una arete (fiesta), donde participa la comunidad entre palabras de bienaventuranza y músicos que aviva la alegría.

Las Tejedoras de estrellas, como es natural, siguen con su labor por las noches, convencidas de que los tejidos no sólo son hermosas prendas por su forma y colorido, sino que también representan el sueño de la libertad y registran historias que debían permanecer viva.

Un día estos tejidos, bien doblados y cuidados,  salen en manos de un joven guaraní, quien los vende fuera de la hacienda El Porvenir. Con el dinero reunido, los pobladores tienen pensado recuperar su libertad y las tierras que les fueron adjudicadas a sus antepasados. Saben que el mayor interés del patrón y sus capataces es el dinero, así que no dudan en entregarle lo necesario a cambio de recuperar las tierras, con las esperanzas de volver a vivir con dignidad y en armonía con la naturaleza.

Otro detalle interesante del relato es el hecho de que Isora, que pasa varios días encerrada en la cabaña de su abuela, combinando el oficio de tejedora con la escritura; una inquietud que la lleva a narrar sus experiencias vividas en un cuaderno, y que más tarde, aparte de sorprender a su maestra y sus compañeros de curso, la convierte en una excelente narradora de las tradiciones ancestrales de su tierra y su gente.

El pequeño libro de Liliana De la Quintana, acompañado por las finas y acertadas ilustraciones de Miguel Burgoa Valdivia, respira un aire de justicia y enseña que uno de los ideales más nobles al que deben aspirar los humanos es la libertad, indistintamente de su condición de raza, sexo, idioma, nacionalidad y cultura. No en vano este relato ganó en 1996 el premio único al guion literario en el V Festival Internacional de Pueblos Indígenas.

Datos sobre la autora

Liliana De la Quinta nació en Sucre, el 28 de Agosto de 1959. Comunicadora, videasta, guionista y escritora de literatura infantil. Licenciada en Ciencias de la Comunicación (Universidad Católica Boliviana), Diplomado Superior en Estudios Andinos (FLACSO), Diplomado en Derechos de los Pueblos Indígenas (Universidad Cordillera), Diplomado en Crítica de Arte Contemporáneo (Universidad Santo Tomas de Aquino), Diplomado en Museología (Universidad Mayor de San Andrés) y Gestión Cultural (Unión Latina).


Es co-fundadora de Producciones Nicobis, donde trabaja desde hace 33 años como Directora de Proyectos, en la producción de videos documentales sobre pueblos indígenas, animaciones y videos de ficción. También fue organizadora de Festivales y muestras de videos dirigidos por mujeres y Muestras de video para niños en Latinoamérica con la maleta del Prix Jeunesse. Se hizo merecedora de 12 premios en video, en Bolivia, y de 19 premios en festivales internacionales. Cabe también mencionar que fue organizadora de Semillas de la Cultura, encuentro de niños y niñas artistas de los pueblos indígenas de Bolivia, fundadora y directora del Festival Internacional del audiovisual para la niñez y adolescencia KOLIBRI, desde 2006. Consultora especializada en el tema de derechos de los niños indígenas, con la producción de dos libros en coordinación con UNICEF y la Reforma Educativa.

Es autora de más de una veintena de libros infantiles sobre mitología indígena, identidad cultural, cine, video, desastres naturales y otros. Su libro La abuela grillo (2004) fue seleccionado en la Lista del Honor del IBBY Internacional (Ciudad del Cabo, Sudáfrica). Obtuvo cuatro premios como escritora de Literatura Infantil. Es miembro del IBY/Bolivia y co-fundadora, en 2006, de la Academia Boliviana de Literatura Infantil y Juvenil, institución de la cual es su actual presidenta.